La catedral fue testigo mudo de nuestra presencia.
La catedral fue testigo mudo de nuestra presencia.

Mi norte, a pesar de nacer y vivir en la GRANADA, a los pies de Sierra Nevada, siempre se dirige a ese mar Mediterráneo de todos los veranos, que me abraza y arrullaba con la misma calidez de la madre que me llevaba de la mano por su orilla y que le temía cuando se ponía bravío, sin darse cuenta de que sólo era su forma de acunar a los que nos mirábamos en él.

En esos días tontos que nos acechan a todos, cuando no se está muy seguro de si se vive lo que se quiere vivir o lo que la realidad te obliga, esos días en los que la ilusión se nos escurre como la arena de las playas andaluzas. Ése es el poder evocador de ANDALUCÍA y especial Córdoba.


En esa velada, nos acompañó Óscar.
En esa velada, nos acompañó Óscar.

Todo fugaz, llameante, como es la noche de las hogueras y del amor.

Porque en aquella noche de San Juan que pasamos en Salobreña, el mar se convirtió en laguna. Esta vez sin cisnes de tutú ni almidón. Pero, por una noche, la ribera de esa laguna mágica se alargó desde un extremo hasta el otro de la Costa Granadina, para que las llamas se insinuasen en pasos de danza de impecable sabor mediterráneo, necesarios en ésta noche mágica.

Sin embargo el granate color de llama, de nuevo, nos recordó que estábamos en la Noche de San Juan en la que toda magia es posible. Inolvidable ese rojo, con imágenes evanescentes pero prietas de fuego y de volcán.


Nos marchamos despreocupados de Montehermoso, bastante lejos porque es en la distancia cuando el tiempo se dilata y los días valen por dos. Quien viaja para escapar siempre acaba reencontrándose y acompañados de Domingo, nos reencontramos en Granada Por eso, de tanto querer un mundo nuevo nos habremos de conformar con la repetición de nuestros pequeños mundos viejos. Después vendrá el verano y tendrá sus ojos hambrientos de paisajes. Vendrá el regreso y veremos las marcas de sus gafas de sol en el rostro. Así, pues, podemos decir que en esos territorios desconocidos no se admiten vacilaciones.