Al fondo, las arquerías sobre el río Albarregas.
Al fondo, las arquerías sobre el río Albarregas.

He intentado describir lo que cuentan los extremeños, los secretos de los viejos rincones y aquello que te sugieren los paisajes. Y cuando todo esto lo recoges en una web de costumbres, entonces empiezas a ver el pueblo como si realmente hubieras nacido allí, y a los personajes como si los conocieras de toda la vida. Todo lo demás es accesorio, pues no debe uno esperar gran cosa: hay gente que te anima, y también los hay que no te miran bien.

 He tratado de captar el ambiente de sus calles y plazas, pasearme por sus verdes campos, oír el murmullo del río a su paso por el viejo puente, reflejar el alma del pueblo y, sobre todo, grabar las voces de los lugareños, como nos ocurrió en Mérida.

Sí, definitivamente, ese pueblo ya forma parte de la vida de uno, pues he querido rescatar del olvido los recuerdos que vagaban perdidos en el tiempo.


Nos integramos perfectamente en la fiesta.
Nos integramos perfectamente en la fiesta.

Aquellos días de CARNAVAL en Cádiz, nos atiborramos, solamente con la vista, de las tortillitas de camarones, la piriñaca, los erizos, ostiones, galeras, las papas aliñás, de todos aquellos manjares que relacionamos con estos días que eran de jolgorio y que ahora son más aún. El CARNAVAL de mi niñez era un tiempo en que de verdad se palpaban las calles de una inusitada alegría que te tenía preso en largas horas de sueño. Recuerdo que, en casa, por ejemplo, practicábamos el evento de forma tangencial, que era la hora en que todos disfrutábamos en familia, y el silencio no se hacía espeso ni corpóreo. Después, venía el rito de la algarabía callejera y la larga multitud que caminaba aún con más alboroto. 


En la visita que hicimos a la "Charca Suarez"
En la visita que hicimos a la "Charca Suarez"

Nuestras estancias en campings, han sido siempre estancias cerca del ambiente marino y en esas condiciones, observo como la brisa mece las hojas de las palmeras que se alinean a lo largo del paseo marítimo del camping "Playa Granada". Tendido en la arena mis ojos se cierran con el arrullo de las olas. Hace calor y cuesta pensar, cuesta hacer otra cosa que no sea evadirse con la lectura o la contemplación. Abrir el periódico o la novela, observar a los que pasan por delante de nuestra sombrilla, abandonarse a la ensoñación, a la modorra que provoca la salmodia del mar, la misma que han escuchado durante miles de años todos los humanos. A nuestro alrededor, la gente es un grito sordo de niños que juegan, de padres que se cuentan sus pequeñas historias y se animan a olvidar, de jóvenes que sueñan el amor y la grandeza, de gaviotas que surcan el cielo buscando algún barco pesquero, con marineros de barbas blancas y camisas pringosas.