Sagra en la Plaza de Mayo
Sagra en la Plaza de Mayo

Un crucero es una gran experiencia para la gente adecuada y para el resto, en el momento adecuado. Y el nuestro llegó un uno que atravesó el atlántico para desembarcar en Buenos Aires.

Al contrario de lo que se pueda desprender, no hace falta ser un agonías para realizar un crucero por el Atlántico y no hace falta ser adinerado para subirse a un barco.

El tiempo vuela a bordo. Las noches que culminan en la discoteca, dan paso rápidamente a un día siguiente repleto de novedades. Cada noche encuentras sobre la cama un 'Diario de a bordo' con información sobre el destino, el clima y las actividades -desde un concurso hasta un taller de manualidades- para el día siguiente. Un no parar porque la vida a bordo es un interesante híbrido entre ese transcurrir disipado y glamuroso que evoca grandes emociones.

Quizás la sencillez de haber intentado hacer un viaje relajado -sónicamente hablando- es el más apetecible y nos ha influenciado mucho, pues nos hemos traído el espíritu del son tanguero en nuestras carnes. Hemos dado un paso adelante, sin estar condicionados por lo que puedan esperar de nosotros, sino por lo que nos apetecía. 


En la Plaza Plebiscito.
En la Plaza Plebiscito.

Conforme se va acercando el barco a Nápoles, ya percibimos las huellas de los españoles en éstas tierras y realmente, el sabor castellano se deja sentir por muchos rincones de la ciudad, pues durante dos siglos el virreinato español (1503-1707) y la llegada de los Borbones (1734) gobernaron el Reino de Nápoles hasta el 1860, dejaron su impronta con destacados monumentos y obras de arte.

El gigante omnipresente de Vesubio se dirige hacia la ciudad, con las colinas fructuosas de la Península Sorrento que se sumerge a la costa Amalfi, sobre un lado, y a la Isla de Capri, Ischia y Procida hacia el mar.


En la plaza del convento de Sª Francisco.
En la plaza del convento de Sª Francisco.

La vida sería aún más hermosa de lo que es habría más libertad emocional, si dispusiésemos de más tiempo para viajar. A nosotros nos faltaron más días para disfrutar pausadamente del viaje a Perú, especialmente Lima, y sería más sentida que en el resto de los mundos ya visitados. Así, no habríamos perdido las ilusiones que hemos perdido dejando lugares por descubrir. Tal vez radique aquí la razón de que otras sensaciones sean más placenteras que la planificada en este viaje.
Si queremos disponer de esa fuerza, de esa gigantesca energía para viajes futuros, lo primero que deberíamos hacer es darle un giro a la dejadez y al nepotismo que me ha imperado hasta ahora. Magnífico. Pero debería pedirse también esta suma para otros acontecimientos.