En un bazar intentando vendernos cualquier cosa
En un bazar intentando vendernos cualquier cosa

Ante un cruce de caminos nos orientamos con la radiografía de nuestro propio cuerpo. Nuestros órganos son ciudades en ruinas, las venas se interrumpen, la piel se pudre: Sin duda estamos en QuarzazateCaminamos despacio por la ciudad vieja. En tres ocasiones unos nativos nos preguntan si deseamos comprarles baratijas muy bonitas. No somos quiénes les atrae ellos son los que nos persiguen con un grado de pesadez que se hace extremo. Es el paso lento del que espera una sorpresa del mundo.


En el barrio de Pelourinho
En el barrio de Pelourinho

Una ciudad brasileña como Salvador de Bahía tiene un elevador que siempre va repleto de gente y que nos lleva entre la ciudad y la memoria histórica. Un lugar que desde lejos parece evidente al viajero, pero cuya rectitud se pierde en cuanto se echa pie a tierra donde el paisaje se pierde en el azul marino. Cuando llegamos en busca de los lugares más atractivos, empezamos a vagar por las calles, confundidos entre la masa humana. La gente no molestaba: incluso en aquellos momentos de confusión, nos sentíamos distintos, y fantaseábamos con encontrarnos, de pronto, de cara, con lo que íbamos rastreando.


Hay muchas sonrisas amigas en Belice. Silencio en la costa y las sombras los árboles tan útiles como abandonados. Es tiempo de viento en Belice y los árboles caen desvencijados sin conseguir que aflore una piedra desnuda. Belice no es una isla, pero tiene un arrecife que da origen a innumerables islas en el mar Caribe. No es la isla del segundo rostro, sino el lugar en el que todos los rostros se miran como iguales. Es el ámbito costero entre la selva y el espíritu caribeño. Me gustaría vivir en cualquier isla aunque solo sea para poder regresar allí una vez muerto.