En nuestro viaje a Túnez, alcanzando su costa mediante un ágil crucero, atravesando el mar Mediterráneo, nacieron mis sueños de memorables sinfonías infantiles, preludiando el nuevo mundo que nunca alcanzaría por su lejanía, pero lleno de ese eco misterioso de las voces árabes que solamente las gaviotas hambrientas podían oír, con sólo cerrar mis ojos vivarachos y escuchar la voz de aquella lánguida voz marítima que me volvía a repetir una y otra vez ¡¡Algún día te haré venir!!.


Conversando con el guía.
Conversando con el guía.

En el lento amanecer de una ciudad como Chaouen se encienden poco a poco las hogueras de las casas desperdigadas por la colina. Tras cada ventana hay vapor de sopa caliente, fragor de babuchas y caricias de rutina mañanera. En sus calles, tan teñidas de azul, se llenan momentáneamente muchas veces de la reconocida presencia andalucí.


Palacio de Maharajá (también conocido como el Palacio de la Ciudad)
Palacio de Maharajá (también conocido como el Palacio de la Ciudad)

 

Busco una calle entre las obras del Palacio de la Ciudad con sus columnatas erguidas al firmamento. Me ayuda y me orienta una mujer mayor. Viste un sari, habla en hindi y creo entender que la ciudad en la que nació es Jaipur la ciudad en la que morirá algún día en un ritual de cremación.